Siguiendo el consejo de
las nuevas heroínas de cine, las mujeres agotan los cupos en
clases de Wing Chun y Defensa Personal.
Piñas a la inseguridad.

Los tiempos cambian. Ya no son
multitud las mujeres que se anotan en decoración de tortas o
baile de salón, ahora las argentinas se alistan en clases de
artes marciales (wing chun) y defensa personal. ¿ La razón ? En casi
todas, el estribillo clave es ganar confianza para caminar
tranquilas por la calle. Cuestión de no vivir amedrentadas por
la inseguridad. Pero también buscan un equilibrio entre
cuerpo-mente-espíritu.
"La agresión existió siempre. Pero ahora tenemos la
posibilidad de tomar cartas en el asunto. Antes se consideraba
masculino el combate. Hoy se acepta que la mujer se
defienda" se despacha Thelma Contino (29), licenciada en
publicidad y alumna (de wing chun) aplicada de las clases de defensa personal
del instituto Self Development Systems.
Quienes forman parte de este fenómeno, cada vez más extendido,
quiebran el estereotipo de dulzura y pasividad y desarrollan
todo su potencial físico.
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Y además de
multiplicar la fuerza, las disciplinas le adjudican concentración,
reflejos, coordinación y flexibilidad.
Mujeres
valientes. "Me anoté en wing chun para responder de forma
inteligente ante cualquier tipo de violencia. El que me ataque
no se la va a llevar de arriba - agrega Thelma. Pero sentirme
fortalecida no me hizo perder lo femenino", aclara y se
pone a dar piñas. Una detrás de otra.
Mariana (27) estudiante de filosofía, le sostiene el escudo de
gomaespuma. "Cuesta dar la primera trompada. Después te
liberás. Aprendés a no quedarte inmóvil frente a la agresión.
Con la técnica, ningún hombre te agarra. Estás plantada sobre
los tacos y decís aquí estoy yo".
Siguen volando trompadas. El "rol playing" es parte
del entrenamiento de wing chun. Y, muchas veces hasta se les enseña a
utilizar los objetos de uso cotidiano: llaves, paraguas o
celulares. "Acá trabajamos con entrenamiento físico que
da sustento corporal y también con técnicas para desactivar la
agresión", explica el maestro de Wing Chun Leandro
Crivellari.
Según el experto, un período de tres meses es el mínimo para
aprender a defenderse de un atacante desprovisto de armas.
"Las mujeres corren con dos ventajas: que el hombre no
espera encontrar represalias de su parte y, además, su
estructura ósea es más punteaguda y punzante.
El beneficio: el aplomo que logran. Las chicas empezaron siendo
frágiles y ahora no lo son en absoluto".
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